El veredicto del jueves muestra que cada vez se responsabiliza con mayor frecuencia a quienes fueran alguna vez intocables “príncipes” en los casos de abuso sexual sacerdotal y a los superiores que permitieron que la práctica continuara.
Después de siglos de impunidad, cardenales desde Chile hasta Australia enfrentan a la justicia tanto del Vaticano como de sus respectivos países por delitos sexuales o por encubrir abusos de clérigos a los que supervisaban.
El actual y el exarzobispo de Santiago son investigados por la fiscalía chilena por supuestos encubrimientos de sacerdotes abusivos.
Errazuriz, quien se retiró como prelado de Santiago en 2010, fue recientemente obligado a renunciar del gabinete de asesores del papa Francisco después de que el año pasado saliera a la luz el alcance de su encubrimiento.
Su sucesor, Ezzati, fue demandado esta semana por un hombre que lo acusó de proteger a un sacerdote que supuestamente lo drogó y violó en la catedral de Santiago. La víctima presentó una denuncia con Ezzati en 2015, quien el año pasado emitió una sentencia canónica contra el párroco.